La empresa
que toma la decisión de acudir como expositor a una feria profesional tiene que
dirimir un buen número de cuestiones importantes. Por ejemplo, que el evento
sea idóneo sobre los objetivos que tiene la empresa, la oportunidad que
presenta para generar ventas futuras, apostar por la visibilidad y la
reputación entre el sector, ser la pista de lanzamiento de nuevos productos y
servicios creados, la coherencia entre la inversión económica y el retorno
esperado, etc.
La semana del 19 al 21 de octubre acudí al SIMO Educación 2016 con una serie de objetivos:
- Localizar posibles proveedores que añadan valor a los servicios profesionales que realizo.
- Encontrar partners con los que
generar sinergias de negocio.
- Y lo reconozco, evaluar el
comportamiento comercial de los participantes y detectar oportunidades
comerciales.
Desde luego,
pensé que si una empresa se prepara para acometer una buena inversión en muchos
ámbitos, también se prepararía concienzudamente para persuadir, acercar,
interesar y detectar clientes potenciales para generar más negocio. Estoy
convencido que el SIMO Educación 2016
habrá generado muchas oportunidades comerciales y traslado mis felicitaciones
por ello, de verdad. Pero por otro lado, desde mi posición de consultor de estrategia
comercial detecté
carencias comerciales importantes en ciertos stands de esta feria profesional que habrán perjudicado los resultados esperados. Destaco los más significativos:
- Las preguntas que incitan a descubrir las intenciones, motivaciones o "necesidades" de los clientes, brillan por su ausencia. La pregunta más repetida que recibí en la inmensa mayoría de los stands a los que me acerqué fue "¿Es usted un colegio o una empresa?" y "¿Tiene una tarjeta?" La velocidad con la que mis interlocutores comenzaban a exponer sus productos era vertiginosa. Una situación que me hacía pensar si, de verdad, alguno de ellos estaba interesado realmente en detectar si era un cliente con potencial.
- Independientemente de la
situación anterior, es decir, fuera o no fuese un cliente potencial, me
solicitaron una tarjeta. Realizamos un intercambio de tarjetas, claro.
Quizás mis interlocutores pensasen que yo no sería su cliente objetivo
pero por si acaso me la pidieron. Y así, me irán enviando
mensajes por si acaso.
- Dejando a un lado el momento
del sondeo comercial, que no existió, como digo, de manera mayoritaria, la persistencia en hablar sin parar que
mostraron varios de ellos (¿15 minutos es un tiempo suficiente?) fue todo
un “master” sobre la paciencia.
- Explicar y mostrar una demo sin
solicitar la comprensión y el “feedback” de que se está entendiendo llamó
también mucho mi atención. Faltó en ciertos casos interaccionar, no ya con
el posible cliente, conmigo, sino con la persona. Con esta actuación, mis
interlocutores consiguieron que pensase que “el producto era tan bueno que se entendió por sí solo”.
- No tener clara la exposición
argumentativa del discurso. Es decir, no escuché palabras sobre qué
hacemos, por qué nos distinguimos, qué solucionamos, cuáles son nuestras
verdaderas fortalezas competitivas y cómo lo hacemos. Pero sí la inmensa
mayoría de mis interlocutores me preguntaron sobre lo ya expuesto en el
apartado 1. Trabajaron sobre suposiciones y dieron por hecho un escenario
que ni siquiera intentaron descubrir.
- Desconocer absolutamente el
producto pero “hacer bulto”. No fueron ni una, ni dos, ni tres, sino más
de seis ocasiones en las que mi interlocutor se disculpó por no conocer
bien el producto/servicio o lo que sea y me hicieron referencia a otra
persona, la que “verdaderamente sabía y me podría facilitar toda la información
que precisase”.
Simplemente, estas personas no habían tenido ningún entrenamiento
comercial para realizar preguntas de negocio; solo de “entretenimiento”, como
el hablar del tiempo en los ascensores.
- No se presentan formalmente. No
sabes con quien hablas hasta que les pides, en el mejor de los casos, una
tarjeta.
- En otros casos no tienen tarjeta o se les han acabado al segundo día de la feria y te dan la de otro colaborador. Al fin y al cabo el valor de la venta no es la persona sino el producto. Es posible que puedan estar pensando, ¡qué más da quien te haya atendido!. Pero, no es cierto. La persona, el vendedor, es directamente responsable de la venta.
- No mostrar ninguna pasión. Mantener un mensaje plano, sin alegría, sin ritmo. Se ha agradecido que hayan mantenido la sonrisa, pero en muchos casos sin transmitir ilusión.
- Dar la sensación de "a ver si me voy a entretener con
este y voy a dejar de escapar la verdadera oportunidad con aquel otro que
me parece que sí va a ser mi cliente". ¿Sin ni siquiera
preguntar?
- Confieso a estas alturas del
post que me paré en ciertos stands con el fin de observar si iban a
prestarme atención y cómo lo iban a hacer. La pregunta más utilizada fue
"¿en qué te puedo ayudar?". Me recordó a cuando entras en
algunas tiendas de ropa y grandes almacenes y se te acercan discretamente,
pero sin molestar mucho, no sea que acabes yéndote.
- "Todo está en la web". Esta fue una de las frases que más escuché y que se convirtió en una de mis favoritas. Al final, no tener bien estructurado el mensaje y bien definido aquello que deseas transmitir en muy poco tiempo, supone utilizar vías de escape que más bien suelen parecerse a "échale un vistazo y si quieres te pones en contacto con nosotros” o “Tampoco voy a perder mucho tiempo ahora. Ya, si eso, hablamos mejor en otro momento." ¿Qué valor tiene la preparación comercial?
- Es necesario ver a
profesionales con una actitud más cercana, no como aquellos que expresan: "aquí viene mucha gente a mirar
pero interesada, interesada,...poca". Así, la predisposición
hacia la venta se denota muy baja.
- "Como no hay nadie en
el stand me entretengo en mirar el móvil y así por lo menos no me
aburro". Recuerdo una etapa profesional apasionante donde aprendí
una gran parte de la venta que practico: lo importante que era invitar a
las personas a conocernos, creando una potente pregunta que generaba
interés, dar pie a una presentación comercial y a mantener un breve sondeo
de necesidades. Imagínate que estás buscando un lugar donde comer,
tienes mucha hambre y encuentras un restaurante, un lugar donde te puedes
comer un menú, y está vacío. ¿Qué haces? ¿Entrarías? Seguramente que
seguirías buscando. Y eso es lo que genera un stand vacío con una persona
entretenida con su móvil, sentada y arrinconada. Seguir buscando, dar
vueltas no sea que aun así vayas a molestar.
- No hubo ni un solo cierre
comercial, un "mira te voy a enviar un correo electrónico el
lunes, te dejaré toda la semana para que lo estudies y valores nuestra propuesta detenidamente. La semana siguiente te llamaré... ¿qué te viene mejor por
la mañana o por la tarde? ¿entre las 10 y las 11? Perfecto Javier. Así lo
haremos". Con un "ya te enviaremos información al email
de la tarjeta" se terminaron bastantes conversaciones.
- Agradecer el haber mostrado
interés y el que uno se hubiera parado con ellos. Algunos entienden
que la despedida con un simple “adiós” o “suerte”
es más que suficiente como para cumplir con los estándares generales de la
buena educación. Sin embargo, se pierde el foco del negocio, de la venta.
Estamos vendiendo, para eso sirven las ferias, y tener trabajado un
mensaje potente de despedida y agradecimiento fortalece el recuerdo de lo
que sucedió en el stand.
Deseo a
todos los que acudieron, invirtieron y apostaron por la feria que tengan muchos
éxitos comerciales. Solo espero que este artículo sirva para entender qué
oportunidades se pudieron perder por no haber preparado mejor el proceso
comercial de lo que iba a suceder allí dentro. En definitiva, generar más
ventas.
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